¿Alguna vez te has sentido atrapada en el dolor, sin saber cómo aliviarlo o transformarlo?
El sufrimiento, aunque inevitable, puede convertirse en un aliado poderoso cuando aprendemos a enfrentarlo con coraje y compasión. Sin embargo, en un mundo que nos empuja a huir del dolor, ¿cómo podemos desarrollar esta cualidad tan transformadora?
La compasión, a menudo malinterpretada como una simple emoción o una acción de bondad superficial, es mucho más profunda y desafiante. Implica estar abiertos al dolor, tanto el propio como el ajeno, y responder con un compromiso auténtico para aliviarlo. Como lo señala Bermejo (2012), la compasión no es solo entender el estado emocional del otro; es un deseo genuino que se traduce en acciones para reducir el sufrimiento. En otras palabras, la compasión requiere valentía. Es mirar el dolor de frente y reconocerlo como parte de nuestra experiencia humana, sin evadirlo ni temerlo.
En la tradición budista, la compasión se define como “la sensibilidad al sufrimiento propio y de los demás unido a una motivación para prevenirlo y aliviarlo” (Brito, 2020, p. 37). Pero esta sensibilidad no surge de la nada; se cultiva a través de prácticas meditativas como el Tonglen (dar y recibir) o la bondad amorosa (loving kindness). Estas recursos no solo promueven emociones positivas, sino que también nos conectan profundamente con nosotros mismos y con los demás.
Por ejemplo, en el budismo tibetano, el concepto de Karuna representa el deseo de liberar a los seres del sufrimiento y va de la mano con virtudes como la paciencia y la generosidad activa (Gilbert, 2018). Es un recordatorio de que la compasión no es pasiva, sino una fuerza ética y transformadora que impulsa cambios tanto internos como externos.
En la psicología moderna, Goetz (2010) define la compasión como el sentimiento que surge al presenciar el sufrimiento y motiva un deseo de ayudar. Esta perspectiva nos invita a entender la compasión como una respuesta inherente y profundamente humana, que trasciende la culpa o la inocencia del otro.
¿Por qué es importante para ti? desarrollar la compasión no solo mejora tu bienestar emocional, sino que transforma la manera en que te relacionas con el mundo. Al aprender a “sufrir con” los demás, como lo indica la raíz latina compati, te permites ser más honesta contigo misma y más generosa con quienes te rodean. Y aunque no es un camino fácil, es un camino profundamente humano que nos invita a abrazar nuestro dolor y el de los demás con valentía y amor.
Enfrenta el reto con valentía La próxima vez que experimentes sufrimiento, recuerda que no estás sola. La compasión, aunque desafiante, es una fuerza transformadora que puede convertir
el dolor en crecimiento y conexión. Como Cebollas (2019) menciona, cultivar la compasión es posible, y está a tu alcance. ¿Te animas a dar el primer paso?

